Existen diferentes formas de contar los cuentos. Hay quienes les gusta dramatizar la narración, poner mucha animación para llamar la atención de los niños. Cuando me formé como maestra, me enseñaron a narrar los cuentos de esta manera, y muchos pensamos que es así como se tiene que contar un cuento. Es así que cuando tenemos que leer un cuento a nuestros hijos o estudiantes, intentamos imitar esa forma, o desistimos y decimos "no tengo habilidad para contar cuentos".
Algo que fui descubriendo es que esa forma de narración, si bien puede resultar "bonita" y permite captar la atención de los niños, animarlos y divertirlos, termina colocando el protagonismo en el narrador, quien tiene que usar diversos recursos para captar su atención.
Es decir, la estrella no es el cuento, sino el narrador.
El cuento presentado de esta manera termina siendo una especie de alimento semi-preparado, porque el acercamiento del niño al texto es a partir de la interpretación que hace el narrador del cuento. Incluso muchas veces el narrador no es fiel al texto del cuento, sino que lo simplifica, lo traslada al discurso oral, para hacerlo más sencillo para los niños. El texto del cuento entonces resulta poco retador para los niños, pues no les permite construir el sentido del texto porque tienen la "traducción del narrador", "la versión animada que el narrador les platea". Además, la capacidad de atención y escucha de los niños se ve disminuida al no tener que esforzarse para seguir la historia, pues tienen al narrador que les acerca la historia simplificada.
Narrar poniendo fuerza en la palabra.
Algo que he descubierto y me encanta es narrar poniendo la fuerza y el protagonismo en la palabra, es decir, en el texto del cuento para que cada niño pueda construir sus propios significados, interpretaciones de acuerdo a sus vivencias, experiencias, a lo que necesita comprender en ese momento. Para este tipo de narración es importante:
- Leer previamente el texto en voz alta.
- Leer disfrutando los sonidos de las palabras, esforzándonos por pronunciarlas bien, saboreando las consonantes, haciéndolas vibrar, para que los niños puedan recibir de manera indirecta, un buen ejemplo de lenguaje, que puedan luego imitar. Recordemos que ellos están conquistando el lenguaje, y aprender a pronunciar correctamente las consonantes es un proceso.
- Leer despacio, haciendo pausas para que los niños tengan tiempo de elaborar sus propias imágenes, de procesar el texto que reciben, o de anticipar lo que vendrá.
- Leer sin hacer interrupciones, sin hacer las preguntas que se proponen durante la lectura para promover la comprensión, porque más que ayudar, distraen, rompen la magia de la historia, el clima que se ha creado.
- Leer buscando ser fiel al texto escrito. Sin suprimir texto, sin hacerlo más sencillo, sin llevar el texto al discurso oral, porque el texto escrito tiene una estructura diferente. Si yo "traduzco el cuento" y se lo cuento a mi manera, estoy en el discurso oral. Si leo el cuento sin modificarlo, pongo al niño en contacto con un texto escrito que tiene una estructura más compleja, más rica.
Lo que voy viendo cuando narro los cuentos de esta manera es que la lectura se vuelve mucho más mágica, porque los niños y niñas van creando sus propias sensaciones e imágenes a través de las palabras del texto del cuento. Además,
la lectura pausada, sin exageraciones, logra transmitir calma a los niños, y se convierte también en una forma de envolverlos, arrullarlos.
Una maestra que participó en uno de nuestros talleres, luego de atreverse a experimentar esta otra forma de lectura con sus estudiantes, nos comentaba asombrada que sus niños estaban muy atentos, mirando cómo se movían sus labios cuando leía, poniendo atención en las palabras que ella mencionaba.
En este video, les hago una demostración de cómo me gusta leer el cuento ¡Cuac, cuac, cuac! A los patitos les gusta nadar. Espero que les sea útil. Las animo a encontrar su propio estilo, recordando que los momentos de lectura son regalos que los niños aprecian mucho.
Vanetty Molinero, junio 2019