Francisco, de 4 años, jugaba con
otros niños en el parque. Alguien le
echó arena y él comenzó a llorar. Su tía,
en un intento de calmarlo y hacerle olvidar la situación, le dice “Francisco, los niños no lloran, son bien
machos”.
¿Qué entenderá Francisco por ser
“bien machos”? ¿Qué es lo que
entiende su tía por eso? Hay muchas
frases que hemos aprendido y las repetimos, sin preguntarnos qué significan, si
son correctas, qué reflejan, qué sostienen. Y así, sin reflexionarlas, las
transmitimos a niños y niñas, enseñándoles a ver y comprender el mundo desde
esas frases.
Cuando la escuché en el parque,
la frase me recordó a un cartel que vi el año pasado, en la Marcha “Ni una Menos”.
Lo llevaba un niño de unos 6 años que iba cargado en los hombros de su papá. El
cartel decía: “Mi mamá no cría machos”. Este cartel expresa justamente un
cuestionamiento de aquellos estereotipos que señalan que un hombre debe de “ser
macho”, y apuesta por una opción distinta de crianza, educación y formación,
libre de estos estereotipos que aprisionan y que hacen tanto daño, no solo a
las mujeres, sino también a los hombres, quienes se ven obligados a crecer
bloqueando o escondiendo sus emociones.
Este segundo año de marcha, en
el que pedimos “basta de violencia y
discriminación contra la mujer”, nos debe servir también para
preguntarnos como papás, mamás, maestros, maestras, ¿cuáles son los mensajes
que estamos transmitiendo a los niños de lo que significa ser hombre o ser
mujer? Y cuando digo mensajes, no me
refiero solo a lo que decimos, sino también a lo que hacemos, porque nuestras
acciones tienen mayor fuerza para educar que las propias palabras. ¿Tratamos por igual a nuestros hijos varones
y mujeres? ¿O hacemos diferencias,
mostrándoles desde muy pequeños que no tienen las mismas oportunidades? Por ejemplo, ¿permitimos que nuestros hijos
varones sean más toscos, se muevan más y a nuestras hijas, les pedimos quietud y
que se “comporten como una princesa”? ¿O tratamos de que nuestros hijos varones
saquen un poquito más su agresividad porque deben ser fuertes y valientes,
diciéndoles, “pégale, no te dejes empujar”? ¿Permitimos que nuestros hijos sean
espectadores de la violencia, y crezcan naturalizándola? ¿O les enseñamos a
cuestionarla, denunciarla y a usar el diálogo para resolver los conflictos?
Una de las tareas que tenemos
las familias y los educadores es enseñarles a los niños y niñas a reconocer sus
emociones para expresarlas, cuidando su bienestar y respetando a los
demás. En ese sentido, es importante
que:
Cuidemos la educación emocional de niños y niñas.
- Evitemos por igual las manifestaciones de agresividad de niños y
niñas, sean físicas o verbales, enseñándoles a usar la palabra para expresar su
enojo, disconformidad, a usar el diálogo para resolver los conflictos.
- Enseñemos a los niños a expresar sus sentimientos sin temor al
ridículo, la burla. Los niños también pueden llorar, y eso no los hace menos
varones. Sus lágrimas expresan que también son humanos y tienen emociones.
- Enseñemos y permitamos a las niñas a expresar su disconformidad,
enojo, y el poder decir “no” cuando no desean algo.
“las emociones descontroladas pueden convertir en estúpida a la gente más inteligente”.
Cuidemos la educación emocional de niños y niñas.
1 comentarios
Cierto, los estereotipos en la crianza pueden tener efectos profundos en niñas y niños. La expresión de los sentimientos y emociones es un derecho del ser humano, más allá de su sexo. Aún hay mucha tarea por hacer desde la familia.
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