Como padres, seguramente muchas
veces nos hemos enfrentado a esta frase cuando llega la hora de que nuestro
hijo/a tenga que ir a dormir. Y si al
día siguiente debe ir al jardín, o al colegio, la situación puede generarnos
aún mayor tensión que la usual, ya que tendrá que despertar temprano. Llegado
el caso, intentamos forzarlos, y encontramos aún mayor resistencia. E
inclusive, cuando acceden, pueden encontrar formas creativas para quedarse más
tiempo despiertos, pidiendo, por ejemplo, mientras intentamos hacerlos dormir,
un vaso de agua, o hacer pis (otra vez), o pedir que les contemos un cuento
más. Llevarlos a dormir, entonces, puede
terminar siendo una tarea que nos demanda mucho esfuerzo.
Todo resultaría más fácil si es
que logramos instalar un ritmo para el sueño.
Pero hacerlo no siempre es sencillo, sobre todo si como adultos nos
hemos acostumbrados a vivir el día a día, respondiendo a las situaciones
que surgen en el momento. Al no tener un
ritmo en nuestras vidas terminamos transmitiéndole a nuestros hijos esta falta
de ritmo. Por ejemplo, cuando no logramos tener un horario regular para llegar
a casa luego del trabajo, resulta más difícil aún que los niños duerman,
porque esperan vernos. Y una vez que nos
ven, se activan, porque quieren pasar tiempo con nosotros, ya que no nos han
visto gran parte del día. Así, el horario en el que van a dormir termina siendo
alterado por las circunstancias, y al día siguiente podemos notar las
consecuencias de ello: mal humor, desgano, irritabilidad. Confiamos en que
luego se les pasará, y logramos lidiar con ello, lo que muchas veces lleva a
que tanto padres como hijos se "adapten" a esta situación, lo que no significa, sin embargo, que sea lo mejor
para ellos y nosotros.
¿Qué hacemos para ayudarlos a dormir?
Lo recomendable es que logremos
instalar una hora para ir a dormir, y generemos un ritmo de actividades previas
que preparen al niño a organizarse para lo que vendrá. Por ejemplo, se puede seguir esta secuencia: acompañarlos
a guardar los juguetes, comer, tomar un baño, acostarse, leer un cuento y
dormir. Es importante recalcar que si se lee un cuento, debería ser solo uno, y
no todos los que el niño demande en ese momento. Si ellos saben que solo es uno, no seguirán
insistiendo permanentemente, y aceptarán que es así.
Si logramos instalar esta
regularidad en las actividades previas, ayudaremos a la formación de hábitos, a
formar su personalidad y carácter, y a darles seguridad, porque les permitirá
organizarse. Pero también les ayudará a descansar mejor, y por lo tanto,
despertar de mejor humor, con ganas de ir al jardín o al colegio, con
disposición para aprender y con vitalidad para enfrentarse a las demandas del
día.
Al inicio, instalar el ritmo nos
demandará esfuerzo, porque como adultos tendremos también que organizarnos para
este fin. Pero una vez que la regularidad se instale, todo será más sencillo,
con consecuencias positivas para los niños y para nosotros como padres.
Vanetty Molinero, abril 2017
Fotografía: pixabay.com, dagon_
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