Durante esta pandemia, uno de los desafíos más grandes a los que nos enfrentamos quienes vivimos con niños pequeños en casa es qué hacer con ellos ahora que las cosas no son como solían ser: ya no podemos llevarlos al parque, ni a montar bicicleta, ni llevarlos a las casas de sus amigos. Posiblemente por ello mismo, hoy están más demandantes, nos piden atención, quieren que todo el tiempo juguemos con ellos, y se frustran muy rápido. Una de las palabras que más repiten es “estoy aburrido”. Nosotros también nos sentimos frustrados, porque no nos damos abasto para atender estas demandas y, en general, porque nos tocó vivir algo así. Teníamos planes, nuestra vida estaba organizada, ya habían comenzado clases, y de pronto, todo cambió. Todos estamos en casa, y no sabemos hasta cuando será así. ¿Cuándo retomaremos nuestra vida? ¿O cómo será de aquí en adelante? Son preguntas que, por ahora, no tienen respuesta.
Queremos ayudarlos y, como siempre, nos esforzamos por hacer las cosas bien, por darles lo mejor, porque queremos que su vida sea mejor que la nuestra, queremos que sean felices. Maldecimos al coronavirus y buscamos culpables. Estamos en casa, las preocupaciones y emociones nos embargan, y nuestros hijos están ahí, demandando atención, irritados con el encierro, frustrados por no poder salir a descargar su desbordante energía. Como los días de cuarentena se alargan, sentimos que se nos acaban las ideas y recursos como papás y mamás, y no sabemos que más hacer con nuestros hijos entre cuatro paredes.
Intentamos seguir las recomendaciones que nos hacen llegar sus maestros y maestras, pero no resulta fácil. ¿Cómo les enseñamos a partir de las actividades cotidianas? ¿Cómo logramos seguir una rutina? ¿Cómo ponemos los límites? ¿Cómo les ayudamos a manejar sus emociones? Nos invaden miles de preguntas que quedan sin responder, y nos sentimos inseguros en nuestro rol de educadores. Y con tantas preocupaciones y ansiedades, perdemos la paciencia fácilmente, y nos frustramos más, y nos culpamos por no poder hacer bien las cosas.
Frente a ello, navegamos por el espacio virtual buscando ideas de qué hacer con los niños, porque las nuestras se acabaron. Nos encontramos con un mar de información, elegimos aquello que parece tener sentido, que se parece a lo que usaron en nuestra educación, pero aplicar lo que encontramos nos dura unos minutos, con suerte llegamos a la hora, y nuevamente nos quedamos desarmados.
Estamos agotados, ansiosos. ¿Qué hacemos?
Invitación
Tal vez alguna de las cosas que señalo asemejan a tu experiencia. Hace seis años comencé la aventura de ser mamá. Cada día voy aprendiendo desde lo que mi hija me va enseñando, desde mis errores, mis miedos, lo que aprendí en los libros, y las confrontaciones que tengo con mi realidad. Antes de ser mamá trabajé muchos años vinculada a la educación de la infancia. Sin embargo, es mi hija quien vino a romper muchas de mis estructuras, quien despierta en mí una nueva conciencia sobre la infancia, la familia, las maestras y la educación, quien me hace sentir muchas veces que no sé nada y me empuja a desaprender y aprender sin dogmas. Y es que no existen verdades, solo conocimiento que se construye y es como faro que ilumina nuestro pensar, actuar, nos da luces, mas no recetas, ni verdades absolutas, porque cada niño, cada familia es un universo singular. Y cada familia tiene que tomar sus propias decisiones conscientes en función de qué niño, niña quiere ayudar a crecer.
Justamente el tiempo que vivimos hoy es una excelente oportunidad para revisar nuestras prácticas de crianza a partir de los resultados educativos que estamos teniendo en nuestros hijos. Te invito a un viaje por el universo de las infancias para revisar nuestro actuar como papás y mamás y tomar conciencia de:
· ¿Qué niño, niña estoy ayudando a crecer?
· ¿Estoy desarrollando las capacidades que mi hijo o hija necesita para salir adelante en este mundo?
· ¿Qué capacidades y aprendizajes necesito desarrollar más?
· ¿Qué ajustes tengo que hacer en mis prácticas de crianza?
Sé que muchos en estos momentos tal vez se inclinen por respuestas inmediatas “¿Qué hago para tenerlo entretenido y me deje respirar?”. Sin embargo, las respuestas a estas preguntas nos ofrecen soluciones cortoplacistas, que alivian nuestra situación actual, pero no resuelven el problema, sino que terminan generando en el mediano y largo plazo otro tipo de dificultades. Si como padres y madres, logramos manejar esta situación y lo que nos genera, quizás podamos entender porqué -más allá de que no puedan salir al parque- nuestros hijos están tan demandantes, se frustran rápidamente, o no saben lidiar con el aburrimiento. Y sobre la base de este entendimiento, quizás podamos comenzar a hacer cambios que nos ayudarán a conseguir los resultados que queremos en este tiempo, y lo que es mejor para nuestros hijos, y lo que les servirá para toda su vida. Y a su vez, además de hacer bien nuestro trabajo como papás y mamás, estaremos formando los niños que la humanidad necesita para seguir desarrollándose, y estaremos formando las generaciones que podrán vivir en el nuevo mundo que está surgiendo.
Educar es una tarea desafiante, pero a su vez maravillosa. Los invito a participar de este viaje que abrimos desde Nara Learning para familias y educadores que quieran sumarse a una reflexión que nos ayude a crear nuevos sentidos en la educación de la infancia. Si quieres abordar y ser parte de esta aventura, puedes suscribirte al blog para recibir las reflexiones que iré escribiendo y publicando, y seguirnos también en las redes sociales donde iremos compartiendo ideas.
Muchas gracias.
Para quienes son más auditivos va la lectura del post