Los niños y las niñas experimentan sus emociones y sentimientos con toda intensidad. Y también pueden pasar, muy rápidamente, de sentir enojo o tristeza, a sentir alegría, ternura y amor. En algunos momentos también se ven desbordados por sus emociones, porque aún no saben regularlas. Nos toca como adultos, por tanto, ayudarlos a reconocerlas y expresarlas, a “reunificarse” si es que se desbordan, y a regular su conducta frente a ellas, haciéndoles saber que no están solos, y que han llegado a un mundo en el que hay reglas para convivir en armonía. Debe quedar claro para ellos, además, que ello no significa negar las emociones que están sintiendo.
¿Cómo ayudamos a los niños en este proceso?
- Reconociendo como adultos nuestras propias emociones y aprendiendo a expresarlas. Porque los niños aprenden a través de nuestro ejemplo. Y necesitan de adultos plenos que puedan acompañarlos.
- Reconociendo que los niños tienen derecho a expresar sus emociones. No hay que negarlas, sofocarlas, sino ayudarlos a tomar conciencia de estas, y permitirles que las expresen sin hacerlos sentir culpables.
- Acogiendo la expresión de sus emociones, aún cuándo estas nos puedan herir. Por ejemplo, cuando nos dicen: “Ya no te quiero nunca más”.
- Ayudándolos a tomar conciencia de sus emociones, poniendo nombre a lo que pueden estar sintiendo. Por ejemplo, ante una expresión de felicidad que manifiestan con lenguaje no verbal (gestos, cuerpo) podemos decirles: “Me parece que estás muy feliz”.
- Expresando comprensión ante las emociones que pueden estar sintiendo. Por ejemplo, podemos decirles: “Yo sé que estás enojada conmigo, pero no puedo hacer otra cosa”. Es importante responder con calma, expresando comprensión y seguridad cuando establecemos los límites.
- Evitando que sofoquen sus emociones y sentimientos para agradarnos. Por ejemplo, es muy común decirles: “Si sigues así, me voy a molestar”. Si hacemos esto, debemos comprender que los niños, por conservar nuestro amor, tratarán de complacernos, pero crecerán alejados de su ser, lo que más adelante les generará sufrimiento.
- Ayudándolos a comprender que todas sus emociones, como la alegría o el enojo, son válidas, pero no lo son todas las formas de expresarlas. Por ejemplo, manifestarles que no es válido agredir a un niño porque se enojó con él.
- Ayudándolos a expresar con palabras lo que sienten. Por ejemplo, si empujó a un niño porque no quería prestarle un juguete, podemos decirle, sin hacerlo sentir culpable: “Yo creo que esa mano no quería comportarse así, sino que quería decir: ¿Me puedes prestar eso?”. Es importante que modelemos la conducta a imitar.
- Ofreciéndoles ayuda para que puedan calmarse y sentir bienestar frente a una emoción que los ha desbordado. Por ejemplo, abrazarlos, hablarles con voz suave expresando amor y comprensión, mirarlos con calidez para que puedan sentirse contenidos.
- Ofreciéndoles situaciones de juego en las que puedan expresar su impulsividad sin culpa, y sintiéndose contenidos. Por ejemplo, espacios en los que pueden jugar a lanzar cosas, jugar a destruir (derribar torres), o lanzarse sin hacerse daño.
- Proporcionándoles un ambiente que les brinde bienestar y calma, que no los sofoque. Ambientes con colores suaves que les transmitan tranquilidad, donde no haya ruidos intensos que perturben, organizados, con la luminosidad adecuada para la actividad que están desarrollando, etc.
Vanetty Molinero, abril 2018